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La evaluación es aprendizaje

La evaluación es aprendizaje

El éxito de una enseñanza y de los resultados obtenidos por el alumno no se fundamenta en cómo se dan a conocer los nuevos conocimientos, sino en la evaluación, entendida como conjunto de actividades que posibilitan identificar errores, comprender sus causas y  tomar decisiones para superarlas (Perrenoud, 1993).

Aprender supone rebasar y superar pruebas. Pero la evaluación no sólo supone una calificación sino que condiciona los contenidos que se enseñan y la metodología que se aplica; y qué aprenden los estudiantes y cómo lo hacen. Esto no siempre lo tenemos presente, pues la metodología que empleamos no siempre se corresponde con lo que nuestros alumnos interpretan que es importante de la información que se les proporciona. Puede ser el motivo del fracaso escolar en algunos casos.

Pongamos como ejemplo un profesor que imparta cualquier asignatura. Que los alumnos sepan los contenidos y que a pesar de ello suspendan. Un día, ese profesor falta ante la previsión de un examen final que no dejó preparado. Como medida otro profesor que sustituye elabora un examen que evalúa los contenidos de la materia, pero maneja otro procedimiento u otro tipo de preguntas acordes con la manera en la que entiende la asignatura. Significativo sería que ahora los alumnos que estudiaban y suspendían, en esta ocasión aprobasen. En conclusión, el instrumento o los indicadores que él seleccionaba para sus exámenes no se correspondían con lo que los alumnos seleccionaban para estudiar, lo cual se convertía en el motivo del fracaso escolar.

Hay que hacer explícito qué se va a evaluar para evitar la falta de concordancia entre enseñanza y aprendizaje pues se puede convertir en un motivo para la desmotivación y la baja autoeficacia escolar. Se podría decir que enseñar es ayudar al alumnado a diferenciar entre sus formas de comprender y las que se promueven desde la escuela.

Hay docentes que sin embargo parten de una concepción de la evaluación como instrumento con el que hacer una criba entre el alumnado y alardean del número de suspensos que hay en su asignatura como forma de demostrar la dificultad, como si correlacionase con la importancia, de la disciplina que imparte. Así ocurre principalmente en los institutos donde no entienden que enseñar es medio y no fin del aprendizaje. El reto para el profesorado, más que buscar la manera de explicar un determinado contenido, es conseguir que el alumnado cuando escucha las explicaciones, reconozca las diferencias entre lo que se le propone y sus propias maneras de aprender.

Cuando trabajamos con los libros de texto, a parte de los contenidos que aparecen en el material del alumno, en los libros del profesor aparecen propuestas metodológicas y pruebas de evaluación, con la aparente intención de que haya coherencia entre lo que son objetivos y contenidos y lo que se selecciona para evaluar. Ceñirnos al libro limita la libertad metodológica o la posibilidad de adaptación al tipo de alumnado. Esto requiere de un verdadero esfuerzo de autoevaluación o autorregulación de nuestra profesión, porque tendemos a verlo todo desde el propio punto de vista. Hay que explicitar lo que queremos que nuestros alumnos aprendan y asegurarnos que se adapta a lo que ellos interpretan que han de aprender. Un factor importante del fracaso escolar reside en el hecho de que los profesores se preocupen más de transmitir correctamente unos contenidos que por entender el por qué los alumnos no la comprenden.

En educación infantil comienzan a trabajar diariamente a partir de una asamblea que explicita qué y cómo se va a trabajar durante el día. En la universidad, que es el nivel superior del proceso educativo también se realiza así en las presentaciones de las asignaturas antes de comenzar a trabajar. Sin embargo, en las etapas intermedias de la educación deja de realizarse cuando es muy útil como orientación para el alumno. Ese nivel de incertidumbre predispone a que su actitud ante el aprendizaje sea negativa pues, ¿qué es lo que se evalúa y, por tanto, qué se considera importante de lo que se habrá de trabajar?

También confundimos a los niños cuando les explicamos que no se ha de aprender para un examen sino aprender para la vida porque la evaluación se asocia a la de calificación, por lo que estudian el día de antes. Es frecuente que esto suceda con contenidos de tipo memorístico, pero tendríamos que plantearnos la forma de evaluar esos contenidos para conseguir que estos aprendizajes se hagan permanentes.

En conclusión, los contenidos y procedimientos seleccionados para evaluar y los criterios de evaluación condicionan cómo el profesor enseña y cómo el alumnado estudia y aprende.

Dime qué y cómo evalúas y te diré qué y cómo enseñas, y qué y cómo los alumnos aprenden.

Rosa Vega y Esther Rivas.

Bibliografía:

A.A. V.V. (2000): Evaluación como ayuda al aprendizaje. Barcelona. Graó.

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