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Evaluación de los aprendizajes. Sobre el artículo de Luisana Rivero

Evaluación de los aprendizajes.  Sobre el artículo de Luisana Rivero

Sobre la evaluación en este artículo se explican muchos aspectos útiles para la práctica docente así como para la evaluación psicopedagógica o profesional. Nos han parecido muy bien explicados cada uno de los instrumentos de los que podemos echar mano en nuestra práctica docente y orientadora, aunque hay aspectos con los que discrepamos.

Es cierto que la evaluación es una fase en la que se aporta información sobre el proceso, en este caso, de aprendizaje; pero la autora explicita que la finalidad que esta evaluación integra es la mejora. En nuestra opinión no sucede así cuando estamos ante alumnos desmotivados con un alto sentimiento de baja autoeficacia. Puesto que no se ven solventes para sobrevivir a una situación de evaluación, no invierten esfuerzo en tratar de superarla, porque es más sencillo, asumir emocionalmente, suspender porque no se estudia que suspender por falta de capacidad.

Y es que estamos en un momento en el que la capacidad innata ha cobrado tal importancia que “cuidado” el alumno que presenta problemas de aprendizaje, que no haya crecido en un contexto socioeconómico y cultural de nivel medio-alto, del que está pasando por un momento crítico en su desarrollo (adolescencia) o, incluso, el alumno que suspende por primera vez y sienta precedente.

El caso es que si la evaluación se enfocase de forma positiva por docentes, orientadores y familias, la presión que se ejerce en el estudiante dejaría de ser una posible variable que contaminase los resultados cuando estos son más bajos de lo esperado. Y digo esto porque no nos permitimos fallar, porque el error está enfocado como punto y final más que como parte del propio proceso evaluador.

Cuántas veces no hemos escuchado reprimendas de padres a sus hijos cuando se da esta situación. Y es que cuando se califica con un suspenso no es responsable únicamente el estudiante: el contexto inmediato, la carga afectiva, la implicación o ayuda familiar, la metodología y didáctica de quien enseña, el formato del examen… son indicadores que han de ser evaluados individualmente.

La parte negativa de la evaluación de los anteriores es que no hay una objetividad como la que podemos encontrar en un examen, pues las preguntas pueden ser correctas o no dentro de unos niveles aceptados por todos y que no dan pie a réplica salvo que la intención del docente sea suspender al alumnado eligiendo un instrumento o formato de examen poco frecuente o que pudiera dar cabida “si no está bien elaborado” a elementos subjetivos.

Debido a lo mal asumido que tenemos el error y la oportunidad de equivocarnos, ninguna de las variables anteriormente citadas que no son ni el examen ni el alumno, asumirán su parte de responsabilidad en el proceso de evaluación, en el más amplio sentido de la palabra.

Por todo esto, coincidimos con la autora en lo referente a que la evaluación produce un impacto emocional en el que se debe enfatizar el progreso y los logros que no sus fracasos.

No consideramos que la ausencia de evaluación sea la causa del problema a aceptar la equivocación, pues nuestra cotidianidad es un continuo en el que la evaluación, a través de la asimilación y la acomodación en la adaptación al medio, opera como el principal examen. Lo que es incoherente en el ser humano es que a pesar de lo normalizada que está la evaluación para nuestro funcionamiento, esté tan poco aceptado el error. Puede que esto sea una de las contradicciones que encontramos en el ser humano como evaluador propio e inquisidor ajeno.

Por tanto, una de las actuaciones que debe tener cabida en el ámbito académico es la posibilidad de equivocarnos y dar estrategias para asumirlo y enmendarlo para el progreso del aprendizaje. Porque otro error sería quedarnos en la calificación como última fase de la evaluación. Así estaríamos excluyendo en vez de dar herramientas de adaptación. Adaptación que nos conducirá a la autoevaluación como uno de los aprendizajes más útiles y significativos que debemos desarrollar como seres que viven en sociedad.

No hay que empezar siempre por la noción primera de las cosas que se estudian, sino por aquello que puede facilitar el aprendizaje. (Aristóteles).

Rosa Vega y Esther Rivas.

 

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