La politización de la educación
Después de la clase de ayer, (2 de abril), estuvimos pensando en la influencia que tiene la economía y la política en el desarrollo del currículo y del Sistema Educativo.
Para empezar estamos en un momento en el que el auge ha recaído sobre el concepto de competencia y la evaluación de las mismas. Este concepto, está directamente orientado hacia el terreno laboral aún siendo aplicado desde la educación primaria, lo que supone el transcurso de casi 20 años hasta que el sujeto llega a ser competente como tal, y todavía hay que tener en cuenta que es un proceso que se da a lo largo de toda la vida del sujeto mediante la educación permanente (tal y como estudiamos en el cuatrimestre anterior en modelos).
Precisamente desde este ámbito laboral se ha visto una evolución hasta llegar a él, pues en la década de los 60 hasta los 80 el interés estaba en términos como capacidad o aptitud, es decir, no importaba tanto la formación como la predisposición o facilidad que poseía una persona para realizar cualquier función. La aptitud es observable desde el exterior y directamente relacionado con la idoneidad y la manipulación. Por eso el sistema educativo no prolongaba la obligatoriedad hasta los 16 años y había un gran número de personas que no conseguía el título de graduado escolar.
En la década de los 80, hay una preocupación mayor por la formación y la obtención de un título que acreditase la cualificación que poseía una persona para trabajar, por lo que el número de titulados aumenta hasta un 7,6 %, que aunque no es una cifra elevada sí supone un incremento considerable sobre el intervalo anterior que era un 1,68% en la enseñanza superior. Como ayer se explicó en la clase, había otra fuente que permitía una cualificación o titulación de la población y era la que administraba la formación profesional.
Finalmente, según el Instituto de Evaluación del Ministerio de Educación, ahora en el 2000 cuando se empieza a hablar de competencias, el número de universitarios titulados se estima en un 47%, que viniendo de Sistemas Educativos de los 90, requieren ser competentes para afrontar la responsabilidad en un puesto de trabajo, donde hay que desarrollar un nivel óptimo en idiomas, en el uso informático y en el que está latente la educación permanente. Por tanto, se espera que las nuevas generaciones de la LOE sean útiles para el desempeño productivo en la aldea global del conocimiento, ya sea trabajando en el propio país o desempeñando un cargo fuera del mismo, porque habrá desarrollado las competencias necesarias para contribuir al desarrollo económico.
Pero ante todo esto, aún viendo el beneficio social que se genera a largo plazo, somos responsables de orientar y formar a una población de peones competentes, eso sí, para que se lucren los países más desarrollados económicamente.
En todo esto, ¿dónde está el carácter humano y poético del poder de la educación? ¿Dónde están los valores para hacer de una sociedad un lugar en el que el conocimiento y la cultura sustituyan al poder de unos pocos?
Después de esto nos viene a la cabeza la historia de nuestro sistema educativo y hay una relación significativa en la variables educación y mejora de la sociedad. Así el absolutismo defendía la educación para unos pocos, frente a los liberales que usaban la educación como forma de combatir la opresión del poder monárquico y político.
Nosotros como orientadores y educadores tenemos que ser los heraldos de la objetividad, (a través de la elaboración de los documentos institucionales y de la relativa autonomía que se nos da a los centros) y del fomento de una actitud crítica en la que lo educativo no se limite sólo a lo político, dando cabida a aprendizajes, no sólo útiles y científicos, sino también humanos para no desvincularnos de nuestros orígenes y de nuestra evolución, pues “aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla”, ya que la transformación de la evaluación por competencias supone el cambio de la opresión regia de antaño por la productividad empresarial.
Rosa Vega y Esther Rivas
Bibliografía:
RODRÍGUEZ MORENO, M. L. (2006). Evaluación, balance y formación de competencias laborales transversales. LAERTES.
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