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Modelo de servicios

            Hemos visto en clase el Modelo de Servicios, que ha sido el más difundido dentro de las instituciones públicas.

Llevo trabajando en educación 7 años en un centro de educación infantil y primaria y doy clases a 5º y 6º curso. Es un ciclo en el que todo diagnóstico ha sido realizado y se han detectado las necesidades de los alumnos en cursos anteriores.

En consecuencia a ese diagnóstico, el alumno recibe clases de apoyo y refuerzo con el profesor de pedagogía terapéutica y audición y lenguaje cuando se requiere. Pero por parte del orientador, que categoriza una dificultad (de aprendizaje, social, afectiva, en la personalidad…), no hay un seguimiento del alumno. Por ello entiendo este modelo como algo burocrático. De acuerdo que coordina a las distintas instituciones y pone sobre la mesa los recursos disponibles, pero considero que esto es insuficiente. Se produce un vacío entre esta labor y la del profesor, pues muchas veces es el sentido común, que puede ser muy sabio, el que permite que estos alumnos salgan adelante. Otras veces nos equivocamos con la aplicación de ese sentido común, por lo que es necesaria la figura intermedia entre el diagnóstico y la aplicación directa. Es importante que haya un asesoramiento y un seguimiento hacia la labor del profesorado que se encuentra desprovisto de estrategias. Para ello tenemos la formación permanente, pero estos cursos en su práctica no ofrecen lo que en la teoría y en el programa plantean.

Que el orientador ejerza su función fuera del ámbito escolar le permite ser objetivo, es decir, “dar el paseo cuando un problema nos afecta emocionalmente” que mencionábamos el otro día en clase. También permite que determinada información no se convierta en la comidilla de chismes que no aportan estrategias para resolver los problemas del alumno. Es en base a estas ventajas sería necesario un asesor que actuase de intermediario entre el orientador y quien aplica las estrategia directamente con el alumno; para evitar ese sentido común al que antes me refería, y dar un carácter sistemático a las necesidades de ciertos alumnos que se nos escapan por desconocimiento. Supongo que por ello algunos recurrimos a estudiar psicopedagogía.

Volviendo a este modelo, otra de las ventajas es que conecta al centro con los servicios de la comunidad. Muchas veces desconocemos los recursos que podrían estar a nuestro alcance, que suplan las carencias, y la ayuda profesional a la que tienen derechos nuestros alumnos.

Pero este modelo se centra sólo en los alumnos con problemas y deja en un segundo o tercer plano al resto de la Comunidad Educativa. Por actuar sobre la fase de diagnóstico, la parte de intervención, aunque la apliquemos los maestros y profesores, carece de asesoramiento que no sea el de la propia institución educativa y las experiencias que podemos intercambiar en ella. Además un factor negativo para que pudieran prestar su ayuda, es la incompatibilidad de horarios así como el exceso de demandas, que no todas son acuciantes, y es cierto que muchos docentes quieren el trabajo hecho. Los orientadores no son la panacea sino un recurso.

Después, al estudiar otros modelos, he visto que el modelo de servicios actuando por programas  suple las carencias y la crítica al modelo que actualmente recibo en mi centro.

Somos los maestros quienes aplicaremos los programas directamente, pero ¿qué programas? Queremos trabajar para mejorar las condiciones de muchos de nuestros alumnos, tal vez demasiados. Por ello me hago la siguiente pregunta. ¿Están saturados debido al número de casos, algunos no acuciantes, por parte de quien quiere el trabajo hecho? O realmente, dadas las características que se vienen produciendo en nuestra sociedad, ¿hay más casos que requieren de un diagnóstico y de un plan de intervención?

En caso afirmativo a esta última cuestión sólo nos queda ampliar el número de orientadores o recibir, los maestros, una formación que nos capacite para actuar ante tales necesidades. Debemos ser más conscientes de la adaptación y la flexibilidad de un currículo, que teóricamente es abierto, pero que nos pide resultados cuantitativos (como la prueba de sexto que tanta polémica trae consigo).

Aunque mi experiencia es joven y está en proceso, que espero no acabar pues tenerlo todo hecho es negarse al cambio y ponerse una venda en los ojos, pido algo más que un diagnóstico, porque entonces seguimos quedándonos en lo cuantitativo, en lo que el niño es capaz de hacer y no lo que podemos hacer por él.

Esta crítica viene a que este modelo es el que más frecuentemente he visto aplicar, y lo encuentro muy limitado para la demanda, que como servicio, tiene.

“La única posibilidad de descubrir los límites de lo posible es aventurarse un poco más allá de ellos, hacia lo imposible”.

Arthur C. Clarke

 

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